Los expertos ante los incendios del futuro: "Trabajamos con la hipótesis de que todo se va a quemar"

Si en estos momentos cuenta usted con una zona boscosa cerca, mírela bien, y trate de guardar en su memoria ese pedazo de los 28 millones de hectáreas de superficie forestal con los que cuenta España, porque no durará mucho. «Trabajamos con la hipótesis de que todo se va a quemar», advierte el ingeniero forestal y experto en incendios Federico Grillo. «Lo que tenemos que pensar es en cómo se va a quemar».
No sé si todavía pensaba lo contrario pero, en la próxima década, los incendios forestales en España no sólo no disminuirán, sino que es muy probable que sean más frecuentes, más intensos, y abarquen más hectáreas. Según modelos de la Agencia Estatal de Meteorología, y del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático, nuestro país podría enfrentarse a entre 41 y 50 días anuales de calor extremo en 2050, lo que supondría de dos a seis semanas más de riesgo de incendios al año.
«Con las olas de calor es como si la vegetación saliera de una tostadora», describe Grillo, «tarde o temprano se va a quemar y, cuanto más tiempo pase, más violento será el incendio». En bosques de pino y matorrales, los fuegos serán más difíciles de controlar, y podrán surgir casi en cualquier época del año. Grillo explica que «la naturaleza tiene unos ciclos», y que antes del hombre también había incendios: «Uno de cada cinco son provocados por un rayo». Pero al apagarlos, explica, «hemos cambiado estos ciclos».
Un estudio de 2023 sobre la humedad del combustible de nuestros bosques, prevé que el periodo de incendios podría extenderse hasta 20 días bajo un escenario moderado, y hasta 50 en uno extremo. Y que el área quemada aumentará entre un 12% y 50% por década.
La frecuencia y magnitud de los incendios forestales energéticamente extremos se ha duplicado en las últimas dos décadas, y ahora se ha agudizado, ya que los seis años de mayor incidencia de estos fuegos han tenido lugar desde 2017, según un estudio publicado en Nature.
El fenómeno de estos incendios de sexta generación se identificó en España el pasado mes de julio con el incendio de Lleida. Están tan asociados al clima que pueden crear sus propias condiciones meteorológicas, como pirocúmulos y tormentas de fuego. «Somos conscientes de la existencia de estos incendios desde 2016, pero estamos en 2025, ha habido tiempo de sobra, para una sociedad normal, de tomar medidas, y no lo hemos hecho. Si lo fías todo a la extinción están favoreciendo que haya cada vez más superficie que quemar», apunta el catedrático de Ingeniería Forestal en la Universidad de Lleida, Víctor Resco de Dios.
Pero no todo arderá igual. «Zonas que no ardían, como los bosques húmedos, los de montaña, los Pirineos, se convertirán en inflamables. El cinturón de incendios ganarán en altura y en altitud», apunta Resco. Hay estudios que han calculado un margen de seguridad para que esto empiece a ocurrir, y se está estrechando. «En cuanto haya un ola de calor que aumente en cinco grados de media la temperatura, los Pirineos, por poner un ejemplo, se van a convertir en un lugar muy peligroso. Eso va a pasar a finales de siglo seguro, lo que no sabemos es si va a pasar dentro de diez años».

Al mismo tiempo, en el Mediterráneo, habrá menos incendios, lo que no será una buena noticia: «No se ha demostrado que llueva menos, pero hay más sequía, el aire tiene cada vez más sed, aumentará la desertización, y llegará un momento en el futuro en el que no habrá nada que quemar».
A corto plazo, Resco ve una trampa en el hecho de que estos últimos años hayamos visto reducidas las hectáreas calcinadas: «Habrá un rebote. Al apagar los incendios estamos generando un déficit de área quemada. En muchas zonas de nuestro país, el fuego debería quemar un 7% de la superficie forestal, y tiene que ocurrir cada 15 años, para que no gane mucha superficie. Pero ahora se está quemando el 0,3%, con lo que aumentas las papeletas de tener un gran incendio».
Coincide Eduardo Rojas, profesor de la Universitat Politècnica de València: «La virulencia de los fuegos se debe sin duda a la exacerbación del cambio climático, pero no menos al abandono rural, o a la política de extinción sistemática de todos los incendios».
En declaraciones al Science Media Centre, Rojas cree que «hay que mantener la carga de biomasa en niveles que se puedan gestionar por los servicios de extinción. Y eso requiere revertir el abandono rural, luchar por la agricultura y la ganadería extensivas, superar el conservacionismo edenista e integrar las quemas como la vacuna que permita al territorio superar el reto del fuego sin que devenga una catástrofe».
Tras publicar un gráfico de aumento de las temperaturas en el planeta, Cristi Proistosescu, profesor de Dinámicas Climáticas en la Universidad de Illinois tuiteó: «Solo quiero asegurarme de que el gráfico queda claro: No lo vean como el agosto más cálido del último siglo. Véanlo como uno de los agostos más frescos del próximo siglo». A lo que se podría añadir la frase del físico Albert Allen Bartlett: «El mayor defecto de la raza humana es nuestra incapacidad para comprender la función exponencial».
Resco no se atreve a extrapolar esta idea a los incendios, pero advierte que lo que estamos viviendo este verano: «Es sólo el tráiler, la previa del futuro que está por venir, pero de un futuro que nos estamos creando».
A principios de 2020, los incendios de Australia bloquearon a escala planetaria la radiación solar, generando un vórtice anticiclónico autónomo de mil kilómetros de diámetro con su propio agujero de ozono. Las columnas de humo incandescente se elevaron a 35 kilómetros de altitud, el doble que cualquier inyección de pirocúmulos conocida hasta el momento, alterando el clima en la estratosfera durante tres meses. Pero ahora, el suroeste de Australia, se ha convertido en un ejemplo de gestión, y una fórmula de éxito para Resco: «Han logrado gestionar el fuego y convertirlo en un aliado y no en un enemigo. Los incendios siempre van a estar aquí, porque llevan existiendo desde hace 400 millones de años, el problema es lo que hacemos con ellos».
elmundo